Comienzan las fiestas de Interés Turístico Internacional de Cartagineses y Romanos que la ciudad de Cartagena lleva celebrando desde 1990 y, como todos los años, el Ayuntamiento de nuestra ciudad ha preparado una serie de actividades para conmemorar los hechos históricos que acaecieron hace más de 2200 años durante la Segunda Guerra Púnica y que involucraron de pleno a la ciudad. Este año, sin embargo, debido a las condiciones excepcionales a las que nos enfrentamos por el Covid-19, la programación será online y los eventos se retransmitirán en la página web oficial de Tropas y Legiones así como en sus redes sociales. El año de la tregua, como ya es conocido popularmente este 2020, destacará sobre los demás por la ausencia de armas. Así se anuncia en el cartel de Cartagineses y Romanos de este año: “El año donde no se alzarán las espadas (…) donde las armas reposarán en un corto letargo, hasta que con nuevos vientos del sur sean llamadas por nuestros generales”. Dicho cartel ha cobrado ya gran protagonismo debido a su gran simbolismo: en su parte central se materializa una vaina de un arma, en la que se enfunda la sombra de su correspondiente espada. A su vez, lo decoran dos lirios blancos, aludiendo a la tregua entre ambos bandos, puesto que esta delicada flor también es conocida como “Lirio de La Paz”. 

Cartel de la festividad de Cartagineses y Romanos 2020

El eslogan de este año se debe a la ausencia de la gran batalla de cartagineses y romanos entre los eventos programados. Por primera vez desde que comenzó esta celebración, tropas y legiones se darán la mano. Es por esta razón que Memoria de Cartagena ha querido hacerle un pequeño homenaje y traer a los amantes de estas fiestas y de la historia lo que este año no podrán presenciar en las calles. En este artículo hablaremos de un episodio histórico de vital importancia para nuestra ciudad: la conquista de Carthago Nova por el comandante romano Publio Cornelio Escipión. Todos sabemos quienes fueron los vencedores de la batalla, pero son muchos los que desconocen su desarrollo. 

Si nos vamos al contexto de esta cruenta guerra, debemos mencionar que tras la Primera Guerra Púnica, Roma cobraba a Cartago tributos para su reparación. Cartago, que necesitaba recursos, vió en la Península Ibérica una importante fuente de riqueza, por lo que optó por aumentar su dominio en dichas tierras. Así, Amílcar, de la familia Barca, hizo su entrada en Iberia y empezó a extender su influencia. Tras la muerte de este, tomó el mando su yerno Asdrúbal el Bello, quien fundaría Qart Hadast, ciudad que muchos siglos después sería conocida como Cartagena. Durante largo tiempo hubo una relativa paz en la Península entre Cartagineses y Romanos, que se materializaría con la firma del tratado del Ebro, para evitar el avance de los primeros más allá del río. 

Mapa de la Segunda Guerra Púnica

Sin embargo, la llegada del gobernador Aníbal al poder y la toma de Sagunto, ciudad aliada de Roma en territorio cartaginés, supusieron la chispa que encendió la mecha. La guerra había comenzado de nuevo y tendría su gran punto de inflexión en la ciudad portuaria de Qart Hadast. Si nos dirigimos a lo que estaba aconteciendo en el bando romano, veremos que Publio Cornelio Escipión, al que más tarde apodarían el Africano, recibió el mando de las legiones situadas en Hispania, un poder que ningún otro general se había atrevido a pedir. Con tan solo 24 años, Escipión recibió las funciones de proconsul, lo que suponía una transgresión de las leyes de Roma, puesto que no alcanzaba la edad mínima que se requería para el cargo. Se piensa que este nombramiento se debió a razones políticas, más que militares o estratégicas, puesto que Escipión pertenecía a una familia influyente y muy poderosa. 

Busto de Escipión el Africano

Para sorpresa del Senado, cuyas órdenes iban dirigidas al mantenimiento del poder en las zonas peninsulares que aún dominaban, el joven general tomó la iniciativa y decidió atacar a los púnicos en sus propios territorios. Quizás pensó que el tomar la principal fuente cartaginesa de recursos situaría en una clara ventaja al bando romano o puede que simplemente se dejara llevar por su deseo de venganza, puesto que su tío y su propio padre habían muerto al frente de las legiones. Fuera por la razón que fuera, Escipión tomó a sus hombres y se dirigió a Qart Hadast desde Tarraco, aunque el origen de la marcha no se sabe a ciencia cierta. ¿Por qué decidió Escipión atacar precisamente nuestra ciudad? 

La respuesta es sencilla. El general romano sabía que las fuerzas púnicas estaban divididas y a una distancia importante de su ejército. La separación y el factor sorpresa constituían ventajas que no pensaba desaprovechar. Con el objetivo de expulsar a los púnicos de Iberia, Escipión tomó una rápida decisión: ocupar la principal base africana en Hispania. Una vez estudiados la topografía y los puntos defensivos de Carthago Nova, Escipión puso en marcha una operación conjunta consistente en un ataque simultáneo desde el mar, aprovechando la marea baja, y otro por tierra. La llegada a Carthago Nova fue rápida. Escipión situó el campamento al este de la ciudad y, según el autor griego Polibio, “al lado opuesto trazó un foso y una empalizada doble que iban de mar a mar”. Probablemente para no dificultar la movilización de los soldados cuando el ataque se produjese, el general romano no levantó ninguna defensa en el lado del campamento más cercano a la ciudad. Tal y como se había planeado, en el momento en el que las tropas terminaron de instalarse hizo su entrada la flota romana, cuyas naves se situaron frente a la muralla sur. 

Aproximación de cómo sería Qart Hadast en el 209 a. C.

Para el bloqueo de la ciudad, Escipión escogió a 2000 hombres para proteger a aquellos que llevaban las escaleras y equipó las embarcaciones con una gran variedad de artillería. En el bando cartaginés, por otro lado, Magón, hijo pequeño de la familia Barca, reunió a 3000 personas en la puerta este de la ciudad, siendo 1000 de ellos mercenarios y el resto ciudadanos de a pie. La escasa confianza que tenían los púnicos en resistir hasta que el ejército africano les enviara refuerzos se puso de manifiesto a primera hora de la mañana, cuando los soldados abandonaron la ciudad para salir al encuentro de las tropas romanas, aún en el campamento. Fue un combate sangriento y desigual, puesto que los invadidos estaban en clara inferioridad numérica. Los romanos contaban con la llegada constante de refuerzos, mientras que los defensores que habían quedado en Carthago Nova se enfrentaban a más dificultades a la hora de socorrer a los suyos. Para desilusión de los púnicos, pronto pudieron comprobar la destreza de los romanos en el combate, que habían sido preparados para este tipo de enfrentamiento mediante duros entrenamientos. Incluso la forma del escudo que portaban, preparado para empujar al contrincante además de para defenderse, contribuía a hacer de los romanos un enemigo muy difícil de vencer. 

Ante este desmoralizador panorama, los cartagineses ordenaron la retirada, dejando en manifiesto que su suerte quedaba en manos de alguno de los tres ejércitos cartagineses que se encontraban en la Península. Depositaron sus esperanzas en que los socorriese el más cercano de los tres, a cuya cabeza estaba Asdrúbal Barca. No obstante, los romanos no podían permitir que la llegada de refuerzos volteara la balanza, por lo que iniciaron una ofensiva con la intención de traspasar las murallas. Se trataba de una empresa complicada debido a la altitud de los muros y al peso de los hombres ataviados con sus armaduras, bajo el que se quebraban las escaleras. Estas condiciones, sumadas a la implacable resistencia que ofrecieron los defensores, provocaron que los romanos tuvieran que desistir en su intento.

Todo esto nos conduce al decisivo momento de la laguna que “protegía” el norte de la ciudad. Parece ser que Escipión conocía el comportamiento de las aguas cuando bajaba la marea, lo que lo llevó ingeniosamente a prometer a sus tropas la ayuda de Neptuno. Colocó a 500 de sus hombres en una de las orillas de la laguna, cercana a la muralla, y volvió a atacar la muralla oriental, obligando a los sitiados a defenderse por esa parte de la ciudad. Aprovechando la distracción de los defensores y el bajo nivel de las aguas por la marea, los romanos consiguieron escalar la muralla norte, que debido a la laguna tenía una menor altitud. Una vez dentro, la batalla se precipitó: los romanos del interior abrieron a sus compañeros las puertas y comenzó la masacre; masacre que solo terminó cuando los cartagineses refugiados en la Acrópolis se rindieron. Una vez que cayó la ciudad, los romanos  liberaron un gran número de rehenes que los púnicos habían tomado para garantizar la obediencia de los indígenas. El éxito de Escipión significaba una gran ventaja en la guerra contra Carthago, puesto que la ciudad se convirtió en una estratégica base que permitiría realizar sin peligro expediciones al Guadalquivir. 

Ataque a Qart Hadast por las tropas romanas

Indudablemente, la báscula se inclinó en favor del bando romano; una balanza que había estado del lado de los cartagineses hasta entonces, ya que el ejército de Aníbal había provocado copiosas bajas en suelo itálico. A partir de la toma de Carthago Nova, los romanos lograron restablecerse y arrebatar a Carthago su más preciado territorio a nivel económico: la Península Ibérica. No se puede negar, sin embargo, que ambos bandos supusieron siempre un digno adversario para el contrario. Encarnados por los cartageneros durante estas fechas, la mitad de la ciudad lucirá escudos romanos y la otra espadas cartaginesas. Pese a esta aparente división, Cartagena permanece más unida que nunca, con la esperanza de que este sea el primer y último año de tregua. 

Bibliografía: 

  • Polibio (1985):  “Historias”, Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, Vol 10.
  • Tito Livio (1992): “Historia de Roma, la Segunda Guerra Púnica”, Madrid: Alianza Editorial, Vol 2.
  • Roldán, Jose Manuel (1985): “Roma contra Cartago”, Cuadernos de Historia 16, Vol 12. 
  • Palomares Martínez, David (2020): “El año de la tregua”, Cartaginesesyromanos.es.
  • Fernández Rodríguez, David (2005): “La toma de Carthago Nova por Publio Cornelio Escipión: ¿Leyenda o realidad?”, Polis, Vol 17: pp. 31 – 72.
  • López Aurrecoechea, Mikel (2018): “La conquista de Qart Hadast como punto de inflexión de la Segunda Guerra Púnica”, Témpora Magazine.
Elena Ortuño Vidal
Elena Ortuño Vidal es estudiante de historia y periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Aunque nacida en Torre Pacheco, es cartagenera de corazón. Entusiasta de la historia, el arte y la escritura, dedica su tiempo libre a otra de sus grandes pasiones: la música.