CARTAGENA ILUSTRADA

Si la ilustración bautizó el siglo XVIII como el Siglo de las Luces, para Cartagena supuso un fogonazo que permitió superar los años oscuros por los que atravesó en la Edad Media.

En 1700 muere Carlos II sin descendencia, y en Cartagena comienza el nuevo siglo respirándose una generalizada preocupación por la Guerra de Sucesión. La ciudad decide tomar partido por Felipe V entrando en conflicto con las regiones cercanas que apoyaban al archiduque Carlos: Cataluña, Aragón y Valencia. Así, comenzó una carrera por mejorar las defensas de la ciudad, que durante años estaban en un estado ruinoso, y agrupar en ella las fuerzas armadas. En 1706 la escuadra inglesa que se encontraba en Alicante dio un ultimátum a Cartagena, que dada su debilidad tuvo que rendirse y ser ocupada por las fuerzas aliadas del archiduque Carlos. Más tarde, el duque Berwick, fiel a Felipe V, recuperaría Cartagena, quedando definitivamente bajo control Borbón hasta la firma de la paz de Utrecht en 1713.

Una de las mayores preocupaciones que rodearon la ciudad fue la necesidad de sanear el puerto y erigir unas murallas sólidas para convertirla en un bastión militar y una base naval. En esta tarea tuvo que ver principalmente el Marqués de la Ensenada, que estableció en la ciudad la Capital del Departamento Marítimo y desarrolló un plan de obras tan ambicioso que no finalizaría hasta el reinado de Carlos IV. La primera de sus líneas era la construcción de un puerto para albergar las escuadras y un arsenal para abastecerlas, obra encargada al ingeniero militar Sebastián Feringan en 1731. Para la defensa de la plaza se levantaría una muralla a su alrededor, y se coronarían con castillos artillados todos los montes de la ciudad. Después se procedió al artillado de la costa y se elevaron fortalezas en las entradas del puerto para impedir el acceso por mar. Felipe V murió en 1746 sin poder llegar a contemplar la resurrección de Cartagena como plaza fuerte. Pero a pesar del esplendor urbano, su población seguía afectada por las epidemias que fueron atribuidas a las enfermedades y la suciedad que recogía la laguna del Almarjal, deduciéndose que la única solución era su desecación.

Felipe VI inicia una política pacificadora de las relaciones en el exterior, pero Cartagena continúa con la construcción de sus instalaciones militares. Se prosiguió con la modernización de nuestra armada, desarmando la escuadra de galeras que  fondeaba en Cartagena. Con la paz aumentan los actos culturales y comenzaron a realizarse corridas de toros en la Plaza del Rey, y se fundó una nueva cofradía llamada Nuestro Padre Jesús en el Paso del Prendimiento, después conocida como los californios.

Cuando Carlos III sucede a su hermano, las obras del Plan de Ensenada comienzan a entrar en activo. Las murallas de la ciudad quedan terminadas en 1785, se levanta un Cuartel de Presidiarios para el alojamiento de la numerosa mano de obra de esclavos y presos encargados de las obras, se levantó el Parque de Artillería junto a las murallas de el Almarjal, y se terminaron varios fuertes como el Castillo de los Moros en 1778, el de la Atalaya en 1777 o el de Galeras en ese mismo año. En el núcleo urbano se levantan el Cuartel de Antigones y el Hospital de Marina, obras que se encargan al ingeniero militar Mateo Vodopich tras la muerte de Feringán en 1762. En los últimos años de Carlos III se realizan las dos últimas grandes empresas que acogería la ciudad, el jardín botánico y la academia de medicina. Por último, con Carlos IV continúan las obras que restan por acabarse y se erige el Colegio de Guardias Marinas en la muralla del mar, academia militar que ya estaba funcionando desde hace años en el interior del arsenal.

Por todo ello, el siglo XVIII fue uno de los más fecundos de la historia de Cartagena. La gran reconstrucción de la ciudad fue posible por la voluntad real de basar la grandeza de España en la marina, y por la determinación de una serie de ingenieros militares que lograron erigir un recinto fuertemente amurallado, un arsenal gigantesco y efectivo, y unos fuertes inexpugnables. La población se enriqueció por la llegada de importantes familias de otras regiones, cuyos miembros iban a ocupar los mandos militares en la ciudad. La ilustración abrió paso también a la apertura de plazas públicas que descongestionasen los complicados entramados de calles estrechas que tenían las ciudades, y se empezaron a respirar aires intelectuales y culturales.

Bibliografía:

ORTEGA Salanova, A; MARTINEZ Inglés, A.M. Arquitectura militar del siglo XVIII en Cartagena. una aproximación a la arquitectura militar en la ciudad: balance de las intervenciones en los últimos 20 años. 2005.

RUBIO Paredes, J.M. Historia de la muralla de Carlos III en Cartagena. Caja de Ahorros Mediterráneo. 2001.

PEREZ-CRESPO Muñoz, M.T. El arsenal de Cartagena en el siglo XVIII. Ministerio de defensa. 2008.

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