La arquitectura está considerada como una de las grandes artes del hombre. Los edificios, calles y monumentos se constituyen como un reflejo de la sociedad y su historia y comprenden una parte fundamental de nuestra memoria. Estos elementos que se han levantado en el pasado pero que a la vez seguimos utilizando y construyendo en el presente, independientemente de su evolución funcional, son precisamente los espacios donde desarrollamos nuestra vida y donde representamos materialmente nuestras actividades, y por ello suponen un testimonio único y ocupan un lugar simbólico de nuestro patrimonio cultural. Este Patrimonio Arquitectónico formado por todos aquellos edificios, construcciones y ruinas que han adquirido un valor testimonial y artístico con el paso de los años, merece nuestra atención y protección.

Palacio Consistorial de Cartagena. 1907.

El Patrimonio Arquitectónico de Cartagena es abundante y consta de una gran diversidad artística e histórica, pero sin lugar a dudas una de las etapas de mayor esplendor de la arquitectura cartagenera es el Modernismo de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Se desarrolla en una época en la que Cartagena está superando la postguerra cantonal, en unos años donde urbanísticamente la ciudad se estaba reconstruyendo  y donde la economía local había decaído de sobremanera. No obstante, con la llegada de los aires de la reciente Restauración Borbónica y el establecimiento de una nueva burguesía foránea, que rápidamente va a situarse en las altas esferas sociales y políticas de Cartagena, la economía despega rápidamente al amparo de la industria minera y metalúrgica, motor y empuje del resto de actividades de la ciudad portuaria. Un periodo de esplendor que se va a materializar en el urbanismo de la ciudad por medio del estilo modernista. Esta nueva estética inspirada en la naturaleza no solo introducirá nuevos materiales como el hierro y el cristal, sino que también  revolucionará el interior de los edificios y sus mobiliarios, y se plasmará en Cartagena de la mano de grandes maestros como Victor Beltrí o Tomás Rico.

Casa Cervantes, en la Calle Mayor. 1900.

Así, la excelente coyuntura económica que ofreció la minería, a pesar de su posterior crisis y explotación de obreros que estallaría en revueltas en 1910 y el atentado ecológico que supuso, permitió el levantamiento de verdaderas obras de arte en el sistema urbano cartagenero. La “Casa Cervantes”, primera obra de Beltrí en la ciudad, o el “Palacio Aguirre” de finales del XIX, la “Casa Zapata”, que aún conserva su excelente patio en estilo mozárabe, el centenario “Gran Hotel”, la “Casa Llagostera”, hoy en obras, o la “Casa Maestre”, son algunos de los monumentos y edificios más emblemáticos de estas fechas. Las construcciones se plasmaron también en edificios de uso público como el “Palacio Consistorial”, la “Estación de Ferrocarril” o las “Escuelas Graduadas”, y llegaron también hasta las diputaciones, como el “Teatro Apolo” de El Algar.

Patio interior de la Casa Zapata. 1910

Por lo tanto, el Patrimonio Arquitectónico que nos dejó el periodo modernista merece una consideración mayor y un lugar especial en nuestra memoria. En la actualidad, estos bienes culturales que se habían puesto en valor y bajo la protección de la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español,  están viviendo una etapa de recuperación. Los años que han vivido en el olvido y la despreocupación que han soportado durante las últimas décadas les ha pasado factura, causándose una enorme pérdida patrimonial; apenas han sobrevivido los interiores de estas magnificas construcciones y las fachadas se postran desnudas y exentas sin ningún edificio detrás al que embellecer, rodeadas completamente de andamios por su estado deficiente. Hoy se está revalorizando este tipo de patrimonio, y las campañas de concienciación y difusión de asociaciones y particulares han dado sus frutos. Debemos proteger el Patrimonio Modernista para que perdure en nuestra memoria.

 

Raúl Palacios
Graduado en Historia por Universidad de Murcia. Master Universitario de Arqueología del Mediterráneo en la Antigüedad Clásica por la Universidad Complutense de Madrid. Doctorando en Arqueología.