Todo español conoce el término de la “Reconquista”. Un concepto problemático y muy discutido que numerosos historiadores critican por su marcado sesgo, pues va unido a una idea subjetiva de grandeza, de épica, que alude a la gloriosa recuperación de la patria española por parte de los cristianos del norte, los legítimos herederos, en detrimento de los musulmanes andalusíes, a quienes incluso a día de hoy se sigue percibiendo como unos invasores por carecer de esa legitimidad que la Historia sí ha concedido a los cristianos visigodos.

Es indudable que la historiografía nacionalista de mediados del siglo XIX, y posteriormente el nacional-catolicismo implantado en España durante la dictadura franquista, estaban muy interesados en potenciar la idea de la “Reconquista” para así reforzar y justificar la unidad de España. Esta interpretación interesada del pasado, no obstante, debe ponerse en cuestión y mirarse de forma crítica, especialmente en estos tiempos en que la cuestión identitaria ha vuelto a dominar con pasión el discurso público.

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? Mirar al pasado es fundamental para explicar el presente. Y no hay duda de que Cartagena, la trimilenaria, es una ciudad con un pasado rico y complejo que despierta la fascinación de los historiadores. Los cartageneros son conscientes de su herencia cartaginesa y romana, más fugazmente de la musulmana, y plenamente conocedores del peso que tuvo lo castellano en su conformación cultural. Efectivamente, Cartagena y el resto de ciudades de la antigua Cora de Tudmir fueron incorporadas al Reino de Castilla entre el 1243 y 1245. Sin embargo, el dato que muchos desconocen es que las repoblaciones del siglo XIII y siglo XIV fueron llevadas a cabo por catalanes y aragoneses fundamentalmente.

Conformación del Reino de Murcia entre los siglos XIII y XIV, que sentaron las bases de la delimitación actual de nuestra región – Atlas de la Región de Murcia.

Eran tiempos difíciles para Cartagena. Su población musulmana emigró en su mayor parte al último reducto andalusí, Granada, donde encontraron mejores condiciones de vida. El reino nazarí logró perdurar dos siglos más, convirtiendo a nuestra región en una zona de frontera peligrosa, sufriendo frecuentes razias y violencias. Fueron años de inestabilidad y de descenso demográfico, por lo que resultaba fundamental atraer familias cristianas que asegurasen el nuevo territorio, aquella suerte de “Salvaje Sureste”, que daba a Castilla su anhelada salida al Mediterráneo.

El puerto de Cartagena, dada su importancia geoestratégica, resultaba de gran interés para Castilla, por lo que siempre quiso mantener un núcleo de población en él. La zona de costa cartagenera estaba expuesta a un gran peligro añadido: era vulnerable a ataques de piratas por vía marítima, siendo habitual la captura de cristianos para ser llevados a Granada como esclavos –y a la inversa, pues en Cartagena existieron esclavos de origen berberisco–; esta inseguridad llevó a la mayoría de la población a concentrarse en torno al puerto, siendo de carácter eminentemente urbano.

Recreación histórica que trata de aproximarnos a esa convulsa Cartagena de finales del siglo XIII, con la escasa población concentrada en torno al puerto – Por David Munuera-Blázquez Navarro.

Castilla requería urgentemente de familias que se asentaran en Cartagena para defenderla y permitir la actividad comercial. Y lo que realmente le interesaba no era tanto que fuesen familias castellanas, sino cristianas. En esta época los castellanos, asturianos y leoneses estaban repoblando Sevilla y tierras andaluzas, por lo que la cantidad de ellos que llegó a Cartagena fue mínima. En el sector occidental de nuestra región gran parte de los repobladores cristianos venían de tierras catalanas y aragonesas, salvando otras minorías, como navarros, italianos y occitanos. El Repartimiento de Murcia, salpicado de nombres y apodos catalanes como “Joana la Forte”, demuestra que ellos constituyeron el grupo mayoritario.

El caso de Cartagena resulta más problemático, pues su Repartimiento no ha llegado a nuestros días. Las gentes que llegaron a repoblarla, sin embargo, eran las mismas que fueron a Murcia: familias también llegadas desde Aragón y Cataluña. Familias que trajeron consigo, además de sus costumbres y cultura, su idioma catalán. No en vano, Ramón Butanguer, cronista de Jaime I, aseguraba que en el siglo XIII en Murcia se hablaba “el más bello catalán del mundo”. Una minoría castellana gobernaba, en efecto, pero la gente hablaba catalán en la calle. Estamos, por tanto, ante una conjunción de elementos: para comprender la identidad de nuestra región debemos analizar ese intercambio cultural que hubo entre lo castellano, lo andalusí y lo catalán.

No es un dato muy conocido, pero el Reino de Murcia formó parte de la Corona de Aragón durante casi una década bajo el reinado de Jaime II, representado en la imagen – Usatici et Constitutiones Cataloniae.

El peso de lo catalán en la cultura cartagenera y murciana no es baladí. De hecho, si el Reino de Murcia pudo ser conquistado por Jaime II e incorporado a la Corona de Aragón entre 1296 y 1304, fue precisamente por ese gran sustrato de población catalana y aragonesa que residía en sus ciudades y facilitó la asimilación a Aragón. Y el legado de todas esas familias, aunque pudiera parecer lo contrario, no se ha desvanecido en la Historia: en muchos sentidos, lo cartagenero se ha visto incluso más influenciado por lo catalán que por lo castellano.

El historiador cartagenero Alfonso Grandal, uno de los pioneros estudiando esta cuestión, ya lo ponía de manifiesto: en Cartagena, entre el período de 1300 y 1500 aproximadamente, los cartageneros hablaron catalán hasta que la influencia del castellano terminó desplazándolo. Y, sin embargo, su huella perdura. Porque un cartagenero se “esclafa”, y no se sienta, y coloca sus objetos en una “leja”, y no en un estante. Molla, pelufa, tápena, bajoca e incluso garrofero, árbol tan característico de Cartagena –en catalán, garrofer–, son vocablos particulares del habla cartagenera y murciana que no diríamos de no haber recibido este aporte catalán y aragonés en nuestra tierra.

También a ellos les debemos expresiones como “voy a ca mi abuela”, entre muchas otras que están desapareciendo o solo siguen diciendo los cartageneros más mayores. Nuestro habla tan particular, considerada por muchos ignorantes un “mal castellano”, es en realidad un castellano diferente al hablado en Castilla porque, fruto de la coyuntura histórica vivida en Cartagena, ha sido moldeado y enriquecido por el catalán, lo que han estudiado en profundidad filólogos como Jordi Colomina i Castanyer, de la Universidad de Alicante.

Algunos de los lugares más emblemáticos de Cartagena, como Calblanque, deben su nombre actual a esos primeros repobladores catalanes – La Verdad.

No hay más que echar un vistazo a los topónimos locales para seguir reconociendo esa influencia, pues Calblanque, Calnegre, Cala Reona, el Gorguel e isla Grosa, además de el Molinete, el Raval, los Antigones y la Serreta en Cartagena, se llaman así por la acción de esos primeros catalanes repobladores a quienes también les debemos el culto a la Virgen del Rosell, que fue la primera patrona de Cartagena. Y es más: muchos cartageneros llevan impresa esa huella aragonesa y catalana en el origen mismo de sus apellidos, como Fuster, Noguera, Guirao, Meseguer, Arnao, Miralles, Ballester, Puche, Pujalte, Bienvingud, Vinader, Soler…

La cuestión identitaria, como decía al comienzo del artículo, está en boca de todos. Pero resulta muy difícil resolver un concepto tan lleno de matices. ¿Cuál es la identidad cartagenera? ¿Quiénes y qué la han configurado? Mirar al pasado de forma crítica es fundamental para evitar ser manipulados. Y en tiempos de nacionalismos, de odios y de emociones exacerbadas, conviene recordar que lo catalán forma parte de nosotros; tanto como lo romano, lo andalusí y lo castellano.

BIBLIOGRAFÍA

CASTANYER I COLOMINA, J (2000): “El dialecto murciano como resultado del contacto lingüístico medieval castellano-catalán”, en Estudios de sociolingüística: Linguas, sociedades e culturas, 1, pp. 153-172.

GARCÍA FITZ, F. (2009): “La Reconquista: un estado de la cuestión”, en Clío & Crimen: Revista del Centro de Historia del Crimen de Durango, 6, pp. 142-215.

GRANDAL LÓPEZ, A. (2006): “Cuando en Cartagena se hablaba catalán”, en Cartagena Histórica, 14, pp. 29-36.

TORRES FONTES, J. (1963): “La repoblación murciana en el siglo XIII”, en Murgetana, 20, pp. 5-21.

 

Autor: Isidro López Zapata

Co-autores: María José Ciardella Pintado y Pedro J. Cánovas Lorenzo

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Graduado en Historia por la UMU, y cursando el Máster de profesorado. Interesado especialmente en la Edad Media y en cuestiones sociales. Tratando de descubrir las mejores formas de difundir y enseñar la Historia... porque, ¿quién dijo que tenía que ser aburrida?