Isaac Peral, un ilustre marino que nombra calles, centros de secundaria e incluso algún que otro barrio, fue conocido por muchos por ser el gran inventor del submarino eléctrico y torpedero. Un personaje de renombre al que se le han dedicado marchas musicales, portadas de decenas de periódicos por todo el mundo y museos, que hoy se pueden visitar en su ciudad natal. Isaac Peral, un hombre decimonónico cuyo nombre es conocido por muchos, pero cuya trágica historia ha pasado desapercibida a lo largo de los años, sellando así la mala suerte que España tendría en el siglo posterior.

Isaac Peral a los 21 años. Siempre mostraba su lado derecho de la cara para ocultar una fea herida que tenía en la otra mejilla.
Isaac Peral a los 21 años. Siempre mostraba su lado derecho de la cara para ocultar una fea herida que tenía en la otra mejilla.

Isaac Peral y Caballero nació el 1 de junio de 1851 en el número 3 del Callejón de Zorrilla, en Cartagena; una casa que, citando al experto Diego Quevedo, “ha sobrevivido a dos guerras, la civil y la cantonal” y que hoy en día se está restaurando con el objetivo de llevar a cabo su musealización y puesta en valor. Isaac fue el segundo de tres hermanos e hijo de un capitán de infantería de Marina, lo que contribuiría a forjar su futuro. Cuando Isaac cumplió los siete años, su padre fue destinado a San Fernando, en Cádiz, y toda la familia se tuvo que trasladar hacia la ciudad andaluza, donde nuestro marino pasaría gran parte de su vida. En 1859, uno de los tantos conflictos con Marruecos propició un clima patriótico que caló hondo en el joven, pues ingresó en la escuela naval. A sus 14 inviernos, Isaac entró en la Marina, momento a partir del cual navegó en 32 buques, alcanzando así el grado de teniente de navío. Años después se casó con Carmen Cencio, hija del por entonces alcalde de San Fernando. Tendrían nueve hijos, de los cuales solo sobrevivirían cinco.

Isaac Peral en los brazos de su madre.

Pero ¿qué es lo que hace que este personaje sea digno de mención? Peral fue un niño apasionado por las historias marítimas que su padre y autores de renombre le contaban. Es en este último grupo donde se encuadra a Julio Verne y su famosa novela “20 mil leguas de viaje submarino”. La publicación de la primera edición de la novela tuvo lugar en España debido a los tiempos belicosos que Francia atravesaba y, como no podía ser de otra manera, el Nautilus fue la inspiración de nuestro joven inventor. Peral se dio cuenta de lo útil que sería un artefacto de tales características para los conflictos en los que España estaba sumida en su tiempo y comenzó a desarrollar los planos del famoso submarino. Una vez terminados, fueron presentados a Alfonso XII y a una serie de figuras variadas que fueron dando -o no- el visto bueno al proyecto. Personas como Ramón y Cajal lo defendieron, mientras que otros políticos lo miraron con reticencias desde el primer momento. Entre sus principales rivales se encontraba Antonio Cánovas del Castillo, que argumentaba que Peral era “un Quijote que ha leído a Julio Verne”. Como la mayoría de los grandes proyectos, el submarino de Peral fue relegado a un segundo plano cuando el rey murió, dejando a María Cristina embarazada y enfrentada al problema de la regencia. Dado que las regencias son sinónimo de inestabilidad, el plan de la máquina subacuática no sería recuperado hasta tiempo después, cuando Mateo Sagasta le daría luz verde. Rodríguez Arias, por su parte, sería contrario al proyecto, aunque una vez que la reina hubo accedido, no hubo marcha atrás. Arias quedaría resentido con nuestro protagonista, un resentimiento que se cobraría más adelante. El submarino comenzó a construirse en el Arsenal de la Carraca, en Cádiz, y fue finalmente botado en 1888, comenzando así la era dorada de Isaac Peral, cuyo rostro apareció en infinidad de primeras planas, cajetillas de cerillas, revistas y un largo etcétera.

Partitura de un pasacalle dedicado a Isaac Peral

La primera inmersión tuvo lugar dentro del dique y, visto el gran éxito que supuso, pasaron a las pruebas de disparo. Hay que tener en cuenta que los tranvías públicos aún eran en esta época tirados por tracción animal, y los pocos eléctricos que se empezaron a introducir solo tenían siete caballos, mientras que el invento de Isaac tenía 20 en cada motor. Toda una revolución. El submarino de Peral fue el primero que tiró el primer torpedo estando bajo el mar, convirtiéndose así en el primer submarino torpedero del mundo. Tuvo tal repercusión, que hasta se compusieron obras musicales en honor a este gran hito. Sin embargo, como bien dice el refranero español, todo lo que sube, baja. A Peral, la fama le duraría dos años. En otoño de 1889, tuvo lugar la exposición internacional de París. Peral se dirigió a su almirante, buscando permiso para acudir, con el pretexto de que podría observar las últimas innovaciones e incluirlas a su submarino. Este le dio vía libre, por lo que Peral y su mujer partieron hacia París, haciendo escala en Madrid.

Representación gráfica del submarino Isaac Peral lanzando un torpedo

Estando allí dio la casualidad de que se estrenaba la ópera Carmen en el Teatro Real. Decidieron que no podían pasar por alto tal ironía, dado que el nombre de la mujer también era Carmen. Reservaron un palco, el público lo reconoció, y pronto la noticia se extendió por todo el edificio. Cuando nuestro protagonista logró acallar los vítores, ya había firmado su sentencia de muerte, puesto que el ministro Arias se encontraba en el palco de al lado y mandó llamarlo. Es sabido que los historiadores pecan de señalar un punto determinado de la historia para expresar un antes y un después. La separación en etapas históricas es el más claro ejemplo de ello. Bien, en el caso de Isaac Peral nos arriesgamos a decir que este fue el punto de inflexión que desencadenó la campaña de desprestigio del marino. Al ministro no le hizo gracia enterarse de que Peral se iba a París y a su vuelta mandó encarcelarlo, alegando que “se había marchado sin su expreso permiso”.

Aunque Isaac logró ser absuelto por Navidad, su mala suerte no acabó ahí. Al salir le informaron de que toda la dotación del submarino había sido condecorada con los más grandes honores, excepto Peral, el inventor. ¿La razón? “Usted sabía dónde se metía, el resto no”. Siguiendo la campaña, Cánovas del Castillo logró que se abandonase el proyecto del submarino a pesar de sus buenos resultados, por lo que Isaac Peral, indignado, abandonó la armada, no sin antes publicar un manifiesto criticando las acciones del gobierno y de los altos cargos de la Armada contra él. Se instaló en Madrid, donde inició una empresa de electrificación que tendría bastante éxito. Mientras, el submarino sería abandonado y trasladado de un lugar a otro, debido a que era visto como un estorbo.

“Si España hubiese tenido un solo submarino de los inventados por Peral, yo no hubiese podido sostener el bloqueo ni 24 horas”, diría el almirante Dewey, quien cercó Santiago de Cuba y derrotó a la Armada española en Filipinas.

Tampoco Isaac viviría sus mejores años en Madrid, puesto que pronto le diagnosticaron un cáncer de piel para cuyo tratamiento tuvo que viajar a Berlín. El doctor Bergman era experto en amputaciones de miembros, pero no en cáncer, por lo que nuestro protagonista falleció tres días después de la intervención. El cadáver fue devuelto a España, con un gran recibimiento, para después abandonarlo en el depósito de cadáveres durante 21 días. La ya por aquel entonces viuda se negó a que lo enterrasen en Cádiz debido al trato dispensado a su marido allí, por lo que lo enterraron en Madrid. Dieciséis años después de quedarse viuda, Carmen Cencio se vio en serios problemas financieros, por lo que no pudo pagar la tasa anual del enterramiento. Fue en este momento cuando la noticia llegó a Cartagena, y un hombre adinerado le ofreció a la viuda enterrar a su marido allí, encargándose él de todos los gastos. Carmen aceptó con una frase que ha pasado a la historia:

“En su tierra natal no le faltarán oraciones para su alma ni flores sobre su tumba”.

Sería enterrado en Cartagena en 1911 y en 1927 Victor Beltrí, un famoso arquitecto de Barcelona, accedió a diseñarle un mausoleo que estuviese al nivel del difunto.

Mausoleo de Isaac Peral, diseñado por Victor Beltrí.

La historia del submarino tras la muerte de su creador, aunque con final feliz, es también bastante trágica. Fue expoliado, desmantelado, maltratado y usado como letrina por los obreros gaditanos. En 1913 se ordenó su desguace, pero, afortunadamente, el Ayuntamiento de Cartagena se movilizó para evitarlo. La ciudad portuaria logró tras mucho empeño traerlo, con el argumento de que en Cádiz había sido abandonado durante 39 años sin llevar a cabo su puesta en valor.

Cuando el submarino llegó a Cartagena quedó como adorno en la base naval hasta 1963, cuando la bomba del turismo estalló. Fue en este momento cuando pasó a ser expuesto al aire libre para después, en 2012, trasladarlo al interior del Museo Naval de Cartagena, donde ha permanecido hasta hoy, con una sola excepción: la Exposición Universal de Sevilla. Gracias a este intervalo, el Peral se convirtió en el único submarino del mundo que ha hecho más kilómetros por tierra que por mar.

Localización del submarino Peral en 2007.

Bibliografía:

  • González Fernández, M. (2014): “Dos conmemoraciones: Blas de Lezo e Isaac Peral“, Revista General de Marina: pp. 555-559.
  • González Fernández, M. (2008): “Isaac Peral y su submarino”, Fuerza Naval, Nº 67: pp. 30-39.
  • Piñeiro-Blanca, J. (1991): “Isaac Peral y la navegación submarina a través de la prensa gaditana (1887-1891)”, Trocadero, Nº 2: pp. 231-237.
  • Quevedo Carmona, D. (Julio 21, 2021): Patrimonio cultural de Cartagena: ciudad y turismo, Auditorio del Teatro Romano, Cartagena.
  • Rodríguez González, Agustín R. (2007): “Isaac Peral. Historia de una frustración”, Madrid: Grafite Ediciones.
Elena Ortuño Vidal
Elena Ortuño Vidal es estudiante de historia y periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Aunque nacida en Torre Pacheco, es cartagenera de corazón. Entusiasta de la historia, el arte y la escritura, dedica su tiempo libre a otra de sus grandes pasiones: la música.