Introducción

El término gladiador proviene de la palabra “gladius”, que se refiere a un tipo de espada muy utilizada por los romanos. Los juegos de gladiadores se denominaban “munera gladiatoria”, proviene del término “munus” que significa “deber”. Los antecedentes de estos espectáculos se encuentran en diversas sociedades mediterráneas como la griega y la etrusca, pero eran de carácter sagrado y nunca con un fin lúdico, se realizaban a modo de ofrenda para honrar a algún familiar, héroe, general o soldado. En la mayoría de los casos se glorificaba al difunto mediante danzas aunque también se realizaban luchas a muerte. Incluso entre los íberos, basándonos en una interpretación que se ha realizado en torno a la gran cantidad de armamento que poseía la dama de Baza s. IV a.C., es muy posible que se realizaran torneos para venerar a una persona influyente en la sociedad (Bendala, 2000, 240-283).

Los historiadores romanos atribuyeron a los etruscos su pasado y aunque la historiografía tradicionalmente ha preferido esta postura, no existen indicios arqueológicos que lo corroboren (Muñoz, 2016, 52-59). Los primeros anfiteatros se datan en el s. II a.C. en Capua y Pompeya (Muñoz, 2013, 29). No está clara su procedencia, hay quien los asocia de tradición etrusca al perdurar algunas palabras originarias como lanista o gladiator y también por la representación del dios etrusco encargado de retirar los cuerpos de los difuntos de la arena, aunque tampoco se descarta la posibilidad de que provengan debido a los contactos en el sur de la península itálica con griegos y samnitas (Mañas, 2013, 34-37).

Los juegos públicos y organizados de gladiadores para entretener al pueblo aparecen en Roma en el s. I a.C. consolidándose en el s. I d.C. (Quesada, 2017, 6-11). En época republicana coincidiendo con las primeras ceremonias serían bastante sencillos aunque con el tiempo aumentó la destreza, tecnología e inversión económica al mismo tiempo que crecía su interés en la sociedad (Muñoz, 2017, 48-53).

En Hispania uno de los primeros indicios de luchas de gladiadores fue en Carthago Nova en el 206 a.C. donde Escipión el Africano ofreció unos juegos en honor a su padre y su tío fallecidos unos años atrás, realizándose con claros fines políticos para causar admiración entre la gente y demostrando que ahora Roma era la dueña de estas tierras. Al parecer tuvieron bastante eco entre la plebe por enfrentarse hombres libres con gran maestría (Mañas, 2013, 39-40).

Como funcionaba el sistema

Palestra del ludus de Pompeya. Fuente

Su vida se desarrollaba en el Ludus, nombre con el que se denominaba a las estancias y recintos propiedad del lanista. Los lanistas o “lanistae” eran empresarios que adquirían a personas mediante su compra o contrato. Su función era la de entrenar, alimentar, cuidar y organizar los combates. Se trataba de un negocio complejo que suponía una inversión económica considerable (Knapp, 2011, 311). Muchas familias destacadas de Roma eran propietarias de estos Ludus, el mismo Julio césar fue propietario del de Capua con cerca de cinco mil gladiadores. Tras la instauración del sistema imperial la mayoría pasaron a la propiedad de la familia imperial (Prats, 2015, 81-82).

Una vez llegaban, los aspirantes eran sometidos a diversas pruebas realizadas por doctores y entrenadores (denominados “magistri”), que les organizaban por familias o grupos según el tipo de luchadores que iban a constituir. Las jornadas eran largas, duras y variadas, abarcando desde el alba hasta el anochecer, se entrenaba la destreza, la resistencia y musculatura, para su instrucción se utilizaban pesas de piedra, hierro o bronce, el entrenamiento requería de una fuerte preparación hasta estar capacitados para luchar en la arena (Prats, 2015, 24-29). Luchaban con armas de madera y sólo en los combates utilizaban las de metal. Andaban descalzos para tener mayor estabilidad y no resbalarse en la arena.

Basándose en los estudios antropológicos realizados sobre enterramientos de gladiadores, se ha concluido que la dieta tendría que estar en seis mil calorías diarias aproximadas (frente a unas tres mil calorías medias de un adulto en la actualidad), se alimentaban mediante el consumo principalmente de cebada, avena, judías y alubias, pero también aunque en menor cantidad por proteínas animales. Según algunas fuentes también consumían cenizas sirviéndoles para obtener el calcio que su dieta no les aportaba.

La vida en el Ludus debía ser bastante compleja, llena de rivalidad, ansia y frustración. Era habitual que tanto los esclavos como los hombres libres tuvieran mujeres e hijos como lo demuestran algunas lápidas, es frecuente que se representen en pinturas y en escultura junto a un perro, siendo muy posible que tenga un simbolismo que desconocemos o que el uso de éstos como mascotas debió de ser muy frecuente. No se conoce una divinidad específica para ellos, pero sí la realización de sacrificios de animales en honor a los dioses para obtener una mayor suerte en el combate.

La condición social de estas personas

Existían varios tipos de gladiadores, por un lado el formado por los esclavos que eran principalmente cautivos de las guerras tras las conquistas producidas, los que formaron durante los primeros siglos la mayoría de los participantes (Prats, 2015, 15). Era normal que utilizaran el apodo de su procedencia (galo, samnita, etc..) y con el tiempo adoptaron nombres populares (Ej: Primus, Pardus, Amandus, Glaucus) con el que fuesen recordados.

La libertad se podía obtener tras lograr el regalo de una espada de madera llamada “rudis” para aquellos que habrían obtenido la gloria de una manera honrosa luchando en la arena aproximadamente si lograban sobrevivir durante cinco años con un índice de victorias bastante altas (Knapp, 2011, 308). Aunque llevaban una vida muy dura no era peor que la de otros esclavos dedicados a otros sectores como la minería o la construcción.

Los luchadores obligados estarían custodiados por soldados, siendo habitual los castigos corporales, los grilletes y la utilización de celdas como lo demuestran los restos arqueológicos (Prats, 2015, 26). Mientras los libres eran tatuados los apresados eran marcados a fuego para que en caso de huida fueran fácilmente identificados.

La calidad de vida de los esclavos debió ser muy dura, muestra de ello son algunas rebeliones producidas, destacando la provocada por Espartaco que duró tres años y puso en jaque al sistema romano venciendo con su ejército de rebeldes a varias legiones. Tras las importantes revueltas producidas se fueron progresivamente regulando y disminuyendo con el tiempo su aparición.

Otro importante grupo de gladiadores estaba compuesto por hombres libres que firmaban un acuerdo con el lanista, se denominaban “autoracti” y lo hacían como profesión. Normalmente los contratos eran de un periodo de cinco años, a cambio eran entrenados, alimentados y participaban en apenas unos pocos combates anuales, podían llegar a conseguir una gran fortuna, el éxito y la fama. Les garantizaba un nivel de vida bastante bueno con una alimentación completa y el riesgo para su salud era ínfimo, tenían asegurada la comida y el alojamiento, por lo tanto sólo los más fuertes y con una gran destreza podían llegar a pertenecer en este grupo. Se podía romper el contrato si el lanista no cumplía con las obligaciones pactadas (Knapp, 2011, 309). Eran considerados más prestigiosos que los esclavos.

Existía otro grupo formado por gladiadores jubilados, los “veterani” o “rudiarii” que eran muy aclamados por el público y podían volver a competir si lo deseaban por grandes cuantías económicas.

Existen incluso casos de emperadores que lucharon como gladiadores como Calígula, Cómodo, Nerón, Tito, Macrino entre otros que también sabían utilizar dichas armas como Caracalla y Adriano, en estos casos solo se buscaba diversión y mejorar la popularidad, siendo lógicamente menos peligroso para su integridad. (Prats, 2015, 23).

Los gladiadores que luchaban en la arena procedían de cualquiera parte del imperio, oriente y África, demostrando que existía un gran tránsito de personas, generalmente viajaban acompañados de sus lanistas para actuar en otras ciudades (Prats, 2015, 24-25).

También es muy importante destacar que no todos los luchadores eran varones, también existían mujeres que participaban en estos espectáculos, incluso algunas de sus luchas alcanzaban más repercusión que las de hombres, pero es cierto que solían ser menos habituales.

Mortalidad y esperanza de vida

La probabilidad de sufrir heridas graves que ocasionaran la muerte en cada combate era en torno a un 10% en las primeras luchas, reduciéndose hasta alcanzar un 5% para los gladiadores expertos. Aunque las condiciones de vida eran mejores que en la mayoría de trabajos, la estimación de la esperanza de vida con los restos encontrados parece ser en torno a treinta años para los gladiadores, mientras que para el resto de la población estaría rondando los cuarenta y cinco años (Knapp, 2011, 311-330).

La cantidad de actuaciones anuales de cada gladiador eran muy pocas, al contrario de lo que podemos pensar, de media cada luchador participaba en torno a dos o tres combates. Se trataba de una mera destreza en el combate, donde los gladiadores iban muy protegidos y además solían ser bastante corpulentos y en caso de sufrir “accidentes” disponían de buenos médicos para curar sus heridas, por lo que el porcentaje de muertes por una herida mal curada era muy bajo. Un reconocido médico como es Galeno se jactaba que durante el periodo que fue el médico del anfiteatro de Pérgamo pocos gladiadores fallecieron. (Prats, 2015, 27-31).

¿En qué consistía? ¿Se considera un deporte?

Los combates de gladiadores no siempre terminaban con la muerte aunque tradicionalmente se haya interpretado así, el espectáculo se centraba en la maestría de la fuerza, resistencia y destreza, siendo importantes valores en una sociedad fuertemente militarizada. Sería lo más parecido a deportes o espectáculos actuales como el boxeo o las artes marciales (Mañas, 2013, 23).

El juego de gladiadores como espectáculo tenía que ser lo más vistoso y duradero posible para entretener al público, por lo tanto sus armas estaban preparadas principalmente para proteger y hacer vistosa la lucha, no siendo aptas para un conflicto bélico (Vivó, 2017,  12-18).

El resultado del combate podía albergar la posibilidad de victoria, empates “stantes missi”, perdón “missi” y la muerte. Esta decisión la tomaba el encargado de organizar los juegos o en algunas ocasiones los sacerdotes que asistían. La sentencia se tomaba en base al honor, al clamor popular y al precio que debía pagar el organizador, ya que la muerte de un gladiador era mucho más costosa que su actuación. Es cierto que los luchadores debían adquirir una compostura bastante honrada en el combate, y que una actuación cobarde sí que podía costarles la vida.

Además existían una serie de normas y reglas que apenas conocemos en la actualidad pero que estaban revisadas bajo unas personas en condición de “árbitros” que se denominaban “suma rudis”, se situaban cercanos a los gladiadores y estaban encargados de velar para que no se produjera ningún tipo de abusos ni trampas.

Como se desprende de este cartel encontrado en Pompeya, la oferta de espectáculo era bastante variada:

“Veinte parejas de gladiadores y sus suplentes lucharán en Cumas el 5 y 6 de octubre. También se celebrarán crucifixiones y cacería de fieras”. (CIL 4.9983a)

Algunos cargos políticos estaban obligados a sufragar de su propio bolsillo al menos la mitad de los costes, con el fin de ganarse el favor del pueblo, no es de sorprender ya que el sistema político romano funcionaba mediante el “evergetismo” que consiste en la donación de dinero en obras y eventos públicos sufragados por gobernantes para prosperar en su carrera política (Jiménez, 2010,  279-285).

Para algunas personas no es considerable como un deporte, justificándose en el derramamiento de sangre y la posibilidad de que algunos luchadores actuaban en calidad de obligados como esclavos, si bien hay que entenderlo en una sociedad donde todos los deportes, como por ejemplo las carreras de cuadrigas también llevaban implícitos estos factores. Por otro lado, la necesidad de la violencia, es similar a lo que sucede en la actualidad en las corridas de toros, el riesgo de que el torero sea pillado estando lo más cerca posible hace más interesante el espectáculo (Mañas, 2013, 24-26).

¿Qué finalidad o intereses generaban?

Cualquier entretenimiento sirve a los espectadores para olvidar la rutina y más aún en una sociedad con unas condiciones de vida bastante precarias, no hay que olvidar que la plebe se enfrentaba a una esperanza de vida corta y con gran cantidad de desgracias.

Los festejos iban acompañados de una importante carga política siendo común el reparto de alimentos para ganarse el apoyo del pueblo, además se buscaba que fueran lo más divertidos y vistosos posibles para quedar marcados en la memoria de los visitantes.

La diversión acompañada de las apuestas suponía un aumento del riesgo y la posibilidad de hacerse con una cuantía económica importante.

Cicerón y Séneca explican otro punto de vista, según ellos, las luchas tenían un importante papel en la educación de los niños ya que les preparaba ante la realidad de la crueldad de la vida y más aún si terminaban luchando como legionarios les dotaba de ciertos conocimientos ante el dolor y la muerte (Mañas, 2013, 27).

Figura-juguete de gladiador de bronce. Fuente

Lo que no cabe duda es la gran expectación y repercusión como si de grandes figuras o héroes admirados se tratara, prueba de ello la gran cantidad de materiales que lo evidencian.

Lucerna con motivos de gladiadores. Fuente

Los recuerdos eran muy populares, lo más parecido al merchandising actual, realizándose en un amplia diversidad de utensilios destacando tazas, lucernas, muñecos y amplia diversidad de vajillas pero también un destacado recurso decorativo en pinturas murales y mosaicos.

Aunque la elite romana disfrutaba de los juegos al igual que el resto del pueblo, también percibían como una gran amenaza a los gladiadores ya que podían adquirir una fama y gloria en ocasiones superior a ellos. Por esta razón los consideraban como una clase inferior de degenerados, arruinados o desesperados.

“Los hombres entregan su mente y su alma a los gladiadores y las mujeres ¡les entregan también sus cuerpos!” (Tertuliano, sobre los espectáculos, 22).

Era habitual que hombres libres y jóvenes quisieran ser gladiadores ya que les ofrecía un posible futuro prometedor alcanzando incluso la veneración social.

Destacan otros tipos de juegos realizados en la arena

A los que luchaban contra bestias se les denominaba “venator” o “bestiarius”, apareciendo en torno a un siglo más tarde que las primeras luchas de gladiadores. Tras el final de la segunda guerra púnica y el posterior dominio de África fueron trayendo a Roma los animales más exóticos y peligrosos siendo demandados para estas cacerías que se realizaban únicamente en los anfiteatros por su seguridad. Amplia diversidad de animales eran utilizados, destacando osos, lobos, elefantes, leones, panteras, toros, hipopótamos, cocodrilos, etc… siendo en ocasiones también utilizados para arrojar a los condenados para que fueran devorados.

Existía un tipo de espectáculo muy complejo y costoso, conocido como “naumaquia” solo podían ser sufragados por la familia imperial. Consistía en la recreación de una batalla naval, realizándose un combate de barcos o navíos. Solo se tiene constancia en el coliseo de Roma ya que necesitaba de una infraestructura de canalizaciones y desagües muy desarrollada, la mayoría de actuaciones de este tipo fueron sufragadas tras obtener grandes botines en campañas militares.

Otros intereses demandados para los Gladiadores

Los gladiadores no solían luchar en el ejército por considerarse que eran personas deshonradas, pero sí que está constatada su contratación como guardias personales o matones. Basándose en la traducción de algunos textos, existe la posibilidad de que intervinieran en el asesinato de Julio César en el 44 a.C., al haber sido contratados como escoltas por algunos de los asesinos (Perea, 2012, 169-184).

Los pocos que llegaban a conseguir la fama adquirían una gran admiración, es bastante conocida la atracción que podían adquirir entre las damas, incluso las de alta posición social. Al parecer según cuenta Ovidio, también las mujeres que luchaban en la arena causaban gran expectación y pasión entre los hombres (Muñoz, 2013, 27-30).

Un grafito en Pompeya dejó constancia de ello: “Celadus, uno de los gladiadores tracios de Octavio, luchó y venció tres veces. ¡Las chicas se derretían por él!” (CIL 4.4342)

Otro trabajo que nos sorprende es su condición de trabajadores sexuales, en ocasiones los lanistas aprovechaban su fama para obtener una mayor cuantía económica de ellos realizando actividades de proxenetismo ya que la admiración por gran parte de la población producía una gran demanda de estos usos.

La recogida en ungüentarios del sudor y de las lágrimas era significativa en la vida romana por el gran misticismo existente y cuando se trataba de estas personas admiradas debían ser bastante más demandadas. También varios autores antiguos hacen eco de la creencia de que la sangre e hígado del gladiador curaba la epilepsia y por tanto es posible que se produjera su búsqueda una vez habían fallecido (Knapp, 2011, 332-334).

Anfiteatros, lugares de ocio.

Eran los lugares donde se desarrollaban los espectáculos relacionados con la lucha o muerte de personas, podían ser de planta elíptica o circular, no era raro que se realizasen también en teatros, circos o los foros de las ciudades, pero lo habitual era que todas las ciudades importantes tuvieran uno. Se solían realizar cercanos a alguna puerta o extramuros de las ciudades con el objetivo de que los espectadores no colapsasen el centro urbano (Muñoz, 2013, 31).

En ocasiones se realizaban en madera y no han perdurado, los que aún se conservan son impresionantes infraestructuras arquitectónicas. Algunos de ellos tienen una tecnología que supera incluso a las infraestructuras actuales. En el anfiteatro de Roma para las luchas navales se necesitaba un amplio control de canalizaciones y desagües, mientras que para las complicaciones meteorológicas como lluvia o calor se utilizaba una carpa móvil o “Velarium”, además existían varios pisos por debajo de la arena donde existía una gran cantidad de ascensores y trampillas para mejorar la salida de luchadores y fieras, sin contar que en algunas épocas se realizaban celebraciones casi a diario.

Mapa con la localización de los anfiteatros. Fuente

En todo el mediterráneo se han documentado casi unos cuatrocientos anfiteatros, eran más usuales en la parte occidental donde se construyeron en torno a trescientos, mientras que en la parte oriental siendo menos cuantiosos se calculan unos cien aproximadamente.

Durante la época de Augusto se estableció una jerarquía por la que debían sentarse los espectadores ordenadamente, en lugares distintos los plebeyos de los soldados, relegando a las mujeres la parte más alta  (Muñoz, 2013, 28).

La desaparición de los espectáculos sangrientos

Con la llegada del cristianismo y tras las duras persecuciones donde fueron masacrados en la arena, se prohibió esta práctica. Fue con Constantino en el 325 d.C. la primera prohibición oficial, aunque ya antes habían existido otros intentos, de todos modos, en el inmenso territorio que abarcaba el imperio romano, es fácil comprender que esta práctica se siguiera realizando, aunque de forma intermitente y con mucho menos expectación.

En Hispania, se ha creído tradicionalmente que los juegos de gladiadores terminaron a principios del s. IV d.C. aunque basándose en restos arqueológicos parece ser que fuera a primeros del s. III d.C. provocado por una gran crisis económica y política que afectó en gran medida a todo el imperio (Jiménez, 2010, 273-293).

El fin de este espectáculo se debió a múltiples factores como económicos, descenso del interés de la población, escasez de gladiadores y descenso de la calidad de los combates, destacando la influencia del cristianismo que plasmaba una nueva escala de valores morales en la sociedad (Mañas, 2013, 347-350).

Conclusiones

Las luchas de gladiadores no siempre fueron luchas a muerte como nos han transmitido muchos medios. Es cierto que en época alto imperial los combates adquirieron cierta tendencia convirtiéndose en más sanguinarios, lo que se denominaba “sin perdón”, pero durante otros periodos también existió la prohibición de la muerte de éstos  gladiadores.

No cabe duda de que la sociedad romana era bastante compleja, interesada por los actos sociales multitudinarios, el éxito y la gloria al mismo tiempo que concedía poco valor a la vida humana, pero debemos comprenderlo desde el contexto histórico, una corta esperanza de vida, los riesgos a los que estaban continuamente expuestos, una educación y cultura muy distintas a la nuestra.

En todo caso, no debemos escandalizarnos por el poco pudor de esta sociedad, cuando en la actualidad perduran muchos “deportes” o “actos sociales” que no difieren mucho a los romanos. En los combates de artes marciales o boxeo los luchadores sangran mientras el espectador disfruta con ello y los actos taurinos son una perduración de las luchas de fieras romanas. Sin ir más lejos el interés y repercusión que generaban los luchadores entre la población encuentra su paralelismo más actual en las figuras del fútbol o cualquier otro deporte multitudinario, perdurando el efecto de evasión como la principal función del entretenimiento.

 IMÁGENES

1-Ludus o palestra de Pompeya: https://i.pinimg.com/originals/7e/af/f1/7eaff1124350667d20886720f5eb831e.jpg

2-Muñeco de gladiador: https://www.pinterest.es/armerodelafuent/gladiatorum/

3-Lucerna con gladiadores original: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Oil_lamp_with_Gladiators_fighting_at_the_R%C3%B6misch-Germanisches_Museum_Cologne.jpg

4-Mapa de todos los anfiteatros romanos:

https://i.pinimg.com/originals/a6/22/c5/a622c582de243a7501bcc4e4a4652f9e.jpg

 BIBLIOGRAFÍA

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-Jiménez Sánchez, J. A. (2010). “La desaparición de los espectáculos de gladiadores en Hispania”. Hispania antiqua, nº 33-34. Valladolid.273-293.

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-Prats, L. (2015). Gladiadores: lucha y espectáculo en la antigua Roma. Edaf, Madrid.

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-Quesada Sanz, F. (2017). ”En honor del difunto: el origen de la gladiatura en Roma”. Desperta Ferro. Arqueología e Historia, nº14. Madrid. 6-11.

-Vivó i Codina, D. (2017). “Equipados para la arena. Los gladiadores y sus armas”. Desperta Ferro. Arqueología e Historia, nº14. Madrid. 12-18.

Rubén Fernández Tristante
Graduado en Historia por la Universidad de Murcia, ha colaborado en numerosos proyectos arqueológicos en el ámbito geográfico del sureste, levante y centro peninsular, destacando su participación en El Barrio del Molinete (Cartagena), también participe en varios proyectos de investigación.