Hace 84 años otra generación, que también había sufrido una pandemia 20 años antes, se enfrentó a vida o muerte por disputas que venían acrecentándose paulatinamente. Este escenario llegó a todos los rincones del país: La guerra civil española. La Unión, con sus peculiaridades históricas, también sufrió este devenir del tiempo.

La ciudad minera, durante los años 20 y 30 del pasado siglo, venía sumida en un auténtico calvario en el aspecto económico y social debido a los vaivenes de la industria minera y a las consecuencias que en ella tuvo la Primera Guerra Mundial. Junto con Cartagena y la Provincia de Murcia, el Municipio se mantuvo fiel a la República ante el golpe de Estado militar que desembocaría en la guerra fratricida, incidiendo aún más en la pobreza de las gentes de este territorio.

Muy pronto, desde julio de 1936 hasta noviembre del mismo año, ocurrirían sucesos violentos en un ambiente muy enrarecido. Empezaban los “paseos” a personas vinculadas con la derecha política, como a los exalcaldes José Páez Ríos y Francisco Roca Reyes, Adolfo González-Amor y Cuéllar de Falange Española o al médico y político Ponciano Maestre Pérez, fusilado en el Cementerio del Rosario en La Unión. En total fueron asesinadas más de diez personas.

Se produjeron también persecuciones de las que no se libró ni la célebre química y escritora unionense María Cegarra Salcedo. La mayor parte de los empresarios y varios políticos monárquicos o vinculados a la CEDA o a Falange Española abandonaron apresuradamente La Unión. Y por supuesto, recibieron ataques los caciques mineros y los empresarios, como la familia Zapata.

 

María Cegarra Salcedo. Escritora y química unionese

Un hecho recordado por los ciudadanos de esta localidad fue el saqueo en los días 25 y 26 de julio de 1936. Echaron abajo altares, representaciones pictóricas, tronos, tallas, pinturas y ornamentos sagrados en las iglesias parroquiales de La Unión, Roche y Portmán, asimismo en las capillas del Asilo de Huérfanos y del Hospital de Caridad de La Unión. En la Iglesia del Rosario todas las iconografías religiosas fueron quemadas y destruidas en el exterior del templo, salvo la imagen del Cristo de la Cruz Roja o de los bomberos, redimida por los oportunos camilleros de la institución. Esta imagen es la emblemática figura del Cristo de los Mineros que procesiona todos los años por las calles de la ciudad.

A pesar de todo esto durante la guerra civil en La Unión se dieron muestras de clemencia y protección. Destaca el acontecimiento del renombrado “Hospital de sangre” que durante la guerra civil siguió operando con total normalidad y sufrió un entrañable episodio. Las monjas que trabajaban allí desde hace tiempo fueron resguardadas por Martí Pérez Yagüe, quien a su vez fue salvado por las religiosas cuando el bando sublevado consiguió la victoria y fueron a capturarlo. La Cruz Roja de La Unión jugaría también un papel importante en época de guerra, tanto en la retaguardia de la localidad unionense como en Cartagena.

Niños jugando a fusilar. Agustí Centelles

Debido al enclave estratégico que tenía la vecina ciudad de Cartagena siendo una de las bases más importantes del gobierno republicano, la población no dudó en salir del territorio dirigiéndose a La Unión y a otras poblaciones de la Comarca que fueran menos proclives a sufrir bombardeos. Así pues, se convertía el municipio unionense en una zona de retaguardia. La Unión pasaría de 10.000 habitantes a 25.000 como consecuencia de esta masiva llegada de refugiados cartageneros.

El famoso y desdichado “bombardeo de las cuatro horas” que padeció Cartagena el 25 de noviembre de 1936 bajo los aviones del bando nacional tuvo sus repercusiones en La Unión, ya que una de estas bombas estalló en un tren que atravesaba Los Mateos dirección a La Unión, quedando destrozado algún que otro vagón y lo que es más importante, matando a personas que abarrotaban el tren para huir de las bombas. El Ayuntamiento unionense reclamaba los hechos de esta forma:

“(…) la Corporación hace constar en acta el sentimiento que la ha producido, que se hayan ocasionado victimas con motivo del bombardeo aéreo realizado en la noche del día de ayer por varios aviones facciosos, del cual entre otros sufrieron las tristes consecuencias los viajeros del último tren de Cartagena a La Unión, así como varias mujeres e inocentes criaturas; y que conste igualmente la indignación que han producido estos hechos criminales y alevosos, que todos condenamos con la mayor energía”

A.M.L.U. Actas Plenos. 26 de noviembre de 1936. L. 58 f. 1.

 

Tren bombardeado el 25 de noviembre de 1936. Los Mateos. Archivo Fco. Silvente

Cabe resaltar que La Unión nunca sufrió bombardeos, pero sí sobrevolaban aviones su territorio. Por su cercanía con Cartagena, el Ayuntamiento de La Unión proyectó la construcción de diferentes refugios, con una capacidad de 5.000 personas.

La pequeña pedanía unionense de Portmán viviría una guerra civil totalmente distinta a la de La Unión, ya que sufriría numerosos daños, quedando descuidada por completo. Por ejemplo: dos submarinos quedaron embarrancados y algunas pequeñas embarcaciones fueron echadas a pique. El puerto de Portmán fue un lugar muy frecuentado por las tropas republicanas, estableciendo una pequeña Base Naval dirigida por soviéticos, quienes hacían también la misión de vigilar movimientos extraños en el pueblo.

De esta manera, la Guerra Civil acentuó en La Unión los problemas estructurales que esta venía soportando, y creó otros nuevos. Se suprimieron los servicios de ferrocarril hasta que terminase la contienda, hubo problemas de escasez monetaria que afectaba al comercio local, el mineral se cotizaba a la baja y el paro obrero se disparó, entre otros sucesos.

Por lo tanto, a nivel cotidiano, el problema más espinoso que vivió la población unionense fue la decadencia de los niveles de vida. La alimentación en la ciudad llega a ser crítica a partir de 1937, agudizándose en 1938. Faltaba harina de trigo, leche, pan y demás alimentos básicos. Se crean, al amparo de una ley de Presidencia del Consejo de Ministros aprobada el 5 de marzo de 1937, las Cartillas de Racionamiento. La población no tenía dinero con el que comprar alimentos, pero es que además no tenía género que adquirir. Incluso, muchos alimentos básicos suministrados estaban adulterados, como por ejemplo la leche, mezclándola con agua.

Con estas circunstancias el ocio era difícil de practicar, pero era un buen ingrediente para airear los problemas que sacudían al país. La muestra más clara es el cine, un entretenimiento muy recurrente entre los españoles y los unionenses.

Se iba acercando el desenlace final de la guerra y la balanza de la victoria venía decantándose por el bando nacional. En los últimos meses del conflicto (febrero, marzo y abril) se produjo el exilio republicano de aquellas personas que temían represalias por parte del nuevo estado que estaba a punto de tomar el mando, y que tuvieron la oportunidad de escapar.

Tenemos constancia documental de que más de 60 unionenses tuvieron que exiliarse. La mayoría de ellos fueron a Francia, donde se encontrarían meses después con la Segunda Guerra Mundial. Otro pequeño grupo de unionenses se exilió al Norte de África, cuyas colonias francesas también sufrirían los devenires de la guerra mundial. Y, por último, hubo una minoría que se exilió a México, pertenecientes a una clase burguesa pudiente que había desempeñado cargos importantes durante la II República.

Entre los exiliados unionenses podemos destacar al alcalde republicano unionense Juan Sánchez Blaya y a su hermano Andrés. A Arturo Perelló Ródenas, hermano del famoso letrista y poeta Ramón Perelló Ródenas. A Antonio Ros Sáez, oftalmólogo y novelista. Y a Santos Martínez Saura, secretario personal de Manuel Azaña.

Arturo Antonio Perelló, Antonio Ros y Santos Martínez

La mayoría de los exiliados unionenses no regresarían nunca a La Unión, bien porque murieron en los campos de concentración nazis, porque murieron antes de que se derogase la Ley de Responsabilidades políticas de los años 60, porque tenían un trabajo estable en su país de destino o bien porque tenían miedo a las represalias en nuestro país y a tener que trabajar en la clandestinidad.

La Guerra Civil española había terminado o eso pensaban los que estaban cansados de ella. Comenzaba ahora una dictadura que lastraría el avance democrático que la mayoría de países europeos abrazarían tras la Segunda Guerra Mundial y que intentaría exterminar cualquier reducto de aquellos que confiaron en la II República.

Cuando comenzó a andar el nuevo Régimen, los unionenses que no quisieron o no pudieron escapar y eran sospechosos del nuevo régimen fueron fusilados en las tapias del Cementerio de Los Remedios de Cartagena. Hay una lista de cuatro unionenses asesinados por el régimen franquista, pero se piensa que hubo más. Entre los fusilados podemos destacar a Pedro Mercader y al maestro escuela, primer alcalde republicano de Torre Pacheco y concejal unionense Bibiano Ruiz Perona, quien pensó inocentemente que no sería objetivo mortal de la nueva dictadura

Recordemos en nuestras memorias la desdicha, el hambre y la escasez que fueron la nota dominante en la mayoría de los unionenses. Acordémonos de los asesinados, sin distinción. Y humanicemos nuestra existencia vital.

Bibliografía:

DELGADO, S. y VERA, C. (Coord.); (1995): Homenaje a María Cegarra. Mayor, 8. La Unión.

LÓPEZ, M.A. (2009): 100 años de la Cruz Roja de La Unión. Asamblea Local de la Cruz Roja de La Unión. La Unión.

LÓPEZ-MORELL, M.Á. y PÉREZ DE PERCEVAL VERDE, M.Á. (2010): La Unión. Historia y vida de una ciudad minera. Editorial Almuzara. Córdoba.

LORENZO, J.A. (1990): Portmán II (1920-1960): (Portus Magnus Romano). Excmo. Ayto. de La Unión. Murcia.

MARTINEZ OVEJERO, A. (2015): Peligrosos e indeseables para la Causa Nacional. Los vencidos de la Guerra Civil en la Región de Murcia, 1939-48. Una visión Regional con Proyección Nacional. (Tesis Doctoral). Universidad de Murcia. Murcia.

RÓDENAS, F. (2010): “La Unión: Crónica Festera. Antología 1936-1959”. La Unión. Fiestas patronales de Ntra. Sra. Del Rosario. Ayuntamiento de La Unión.

Gonzalo Vicente Pagán
Graduado en Historia por la Universidad de Murcia. Máster en Historia y Patrimonio Histórico y Máster en Fromación del Profesorado por la misma universidad. Investigador especializado en Historia Contemporánea. Profesor de Geografía e Historia de enseñanza secundaria.