Los munera, como eran conocidos en la antigüedad los combates de gladiadores, eran uno de los espectáculos más populares en Roma. Tenemos constancia por las fuentes literarias antiguas, que los primeros juegos fueron organizados por Junio Bruto en Italia en el 264 a.C. para conmemorar la muerte de su padre. Esta premisa ha llevado a los estudiosos del tema a determinar que los combates de gladiadores tuvieron originalmente una función funeraria. Del mismo modo, las fuentes nos relatan donde y cuando se originan los primeros combates fuera de territorio latino. Según Livio, se organizan en Carthago Nova en el 206 a.C., justo después de la conquista de la capital púnica en Hispania.  De ser cierto tal acontecimiento, la ciudad quedaría rápidamente vinculada a este tipos de espectáculo desde muy temprano, y la construcción de un anfiteatro debería haber sido un episodio trascendental para la historia de la ciudad.

“Uenator” de las Termas de Carthago Nova (Ballester; Berrocal y Fernández, 2014, 865-869)

Ubicado en la ladera oriental del cerro de la Concepción, una de las cinco colinas de la ciudad, el anfiteatro comenzó su andadura dentro de la zona urbana de Carthago Nova. Sin embargo, la evolución de la ciudad y el declive de este tipo de espectáculos, provocaría el abandono del edificio en torno al siglo II d.C. Con la reducción del espacio urbano a partir del siglo III, el anfiteatro quedó fuera de las murallas de la ciudad, en un terreno que no sería urbanizable hasta el siglo XVIII. Esta es una de las claves para entender la excepcionalidad de su conservación, dado que al quedar fuera de la ciudad se libraría de su demolición o alteraciones en su estructura por las sucesivas fases constructivas que ha soportado el resto del casco antiguo.

Plano de Carthago Nova (Ballester; Berrocal y Fernández, 2014, 865-869).

Podríamos considerar que el anfiteatro tuvo mucha suerte en su devenir histórico. Primero porque como decía no sufre grandes alteraciones en su estructura, aunque si un evidente expolio de sus elementos ornamentales hasta el siglo XVI. Y segundo porque cuando en el siglo XVIII la ciudad crece en torno a la construcción del Arsenal, los restos que todavía permanecían en pie se respetan, salvo alguna destrucción parcial, y de hecho se utiliza su antigua arena como cementerio del Hospital de Marina. Pero además, cuando se construye la Plaza de Toros en 1853 se decide soterrar y usar su alzados como sistema de cimentación, en lugar de demoler el monumento, lo que va a permitir que se conserve aislado de las inclemencias meteorológicas y que se mantenga en la “zona segura” cuando a finales de siglo se decide abrir la Calle Gisbert, rompiendo la ladera del cerro.

Paso de la Calle Gisbert (Google maps)

Los restos del anfiteatro, por tanto, estuvieron visibles hasta el siglo XIX y son comunes en los planos de la ciudad hasta la fecha. Se conservan una serie de ilustraciones, en ocasiones muy detalladas, donde se retrata una especie de sumidero en el centro de su arena e incluso se detallan la distribución de sus carceres y su técnica constructiva. Toda esta documentación he ido relatando, esta investigación de archivo ha resultado fundamental para los investigadores permitiendo conocer el estado del monumento hasta su soterramiento y otorgando una serie de pistas del estado en el que se encuentran los restos. Esta información se ha completado con una intervención de campo en el año 2010-2011 en tres sectores, donde jugaron un papel crucial las herramientas digitales. El empleo de nuevas tecnologías como la fotografía aérea, el georradar y la fotogrametría convirtieron el anfiteatro en una intervención arqueológica de última generación, facilitando las labores de documentación y registro, y aportando una información crucial para la elaboración de un plan director.

Plano de 1788 (Rubio, 2009, 43-77).

En el sector suroreste, la intervención se apoyó en intervenciones anteriores en la ladera que daba como resultado la Calle Gisbert. Se trataba del acceso suroeste al anfiteatro. La excavación sacó a la luz el umbral de entrada, así como una serie de carceres a ambos extremos en un estado de conservación muy bueno. Destacaba en particular la denominada carcer interior norte, cuyo nombre indica su dirección, ya que presentaba dos accesos; uno desde el umbral, y otro hacia la propia arena. Sobre las dos carceres dirección norte, se encontraba también estado la inma cavea, elevada a cuatro metros sobre el nivel de la arena. La “grada” contaba también con un praescintio, o pasillo de acceso, muy reconocible. También se conservó parte del muro del podium en los paramentos de la carcer interior norte, y consiguió identificarse la arena, que mostraba todas las señales de haber sido utilizada como osario en el siglo XVIII.

Carceres y cavea en el sector suroeste Bóveda central sector sureste (Ballester; Berrocal y Fernández, 2011, 83-111)

El empleo de fotogrametría supuso un enorme apoyo en las labores de documentación del sector generando ortofotoplanos georreferenciados, que permitían una enorme calidad gráfica, así como tener constancia del lugar que ocupaba en el espacio con una alta eficiencia. Se trata del mismo sistema empleado en el sector sureste, que posteriormente permitiría generar un modelo 3-D de la excavación arqueológica y de la estructura de la Plaza de Toros, fundamental para la comprensión del edificio. Este tipo de modelos es muy interesante, porque no solo garantiza documentar cada paso que se de en la excavación de forma que puede visualizarse todo el proceso de excavación, sino que además suponen un medio de difusión muy práctico y llamativo.

Ortofotoplanos de las cárceres suroeste (Ballester; Berrocal y Fernández, 2011, 65-83).

Respecto al sector sureste, las excavaciones en la Calle Dr. Fleming en 1967 por Meseguer, luego continuadas con Pérez Ballester y Berrocal, habían identificado una serie de restos que parecían tratarse de los muros de cierre exteriores del anfiteatro, destacando una bóveda que hoy se puede ver reconstruida. Por este motivo, se decidió intervenir en las excavaciones de 2010-2011 buscando los restos cara al interior de la arena. Efectivamente, el resultado de las excavaciones fue positivo, y se identificaron tres espacios abovedados sobre los que se localizó un conglomerado de opus caementicium. Esta masa compacta se identificó como el pulpitum o palco de autoridades del anfiteatro, por su posición privilegiada en el conjunto.

Ortofotoplano de las cárceres sureste (Ballester; Berrocal y Fernández, 2011, 65-83).

Sobre los tres ambientes, determinados como carceres, destaca principalmente el espacio central que concuerda a la perfección con la bóveda reconstruida en la Calle Dr. Fleming y que presumiblemente formarían parte de la misma galería. Frente a este, se loca una serie de lajas de piedras que resultaron ser el acceso a una cloaca. En realidad, se trata de dos tramos diferentes, construidos con técnicas distintas, y con una dirección opuesta. El superior se dirige al centro de la plaza y debió ser la evacuación de aguas de la arena, concordando con el sumidero central retratado en las ilustraciones que veíamos anteriormente; y el inferior que se dirige al exterior, bajo la Calle Dr. Fleming, que debía servir como desagüe general del edificio.

Bóveda central sector sureste y Cloaca (Ballester; Berrocal y Fernández, 2011, 83-111)

La cronología del anfiteatro se ha fijado en torno al siglo I d.C., en época Claudio-neroniana, dada su técnica constructiva y los hallazgos materiales en rellenos exteriores que marcan entre el 50 y 70 d.C. Sin embargo, hay indicios de que pudo haber una estructura anterior por la aparición de unos muros de adobe bajo las estructuras del anfiteatro, que siguen una forma ovalada y dirección similar. La concurrencia de materiales republicanos podría determinar que la datación de estas estructuras correspondería al siglo I a.C. aunque no podrá determinarse hasta futuras excavaciones. No obstante, la excavación del anfiteatro podría entrever información muy precisa sobre etapas anteriores, dada la gran cantidad de material extraído en sus aledaños relativos a fases púnicas y anteriores.

Muro de adobe sector noroeste Bóveda central sector sureste (Ballester; Berrocal y Fernández, 2011, 83-111)

La fotogrametría y la fotografía aérea sirvieron de base documentación en este proyecto, que generó un amplió proyecto de las intervenciones y de sus fases arqueológicas que no ha hecho más que comenzar. El uso de georradar en la calle Chiqueros en 2016 determinó unas irregularidades que podrían indicar los muros de cierre en la cara norte, pero cuyos resultados no se han publicado aún. Gracias a toda esta información se ha presentado un Plan Director que pretende la recuperación y protección de los restos respetando tanto el anfiteatro como la Plaza de Toros, declarada Bien de Interés Cultural. El proyecto consiste en una solución arquitectónica que consiste en la consolidación de los muros de la plaza por medio de una estructura que lo mantenga sostenido mientras se excava el anfiteatro. 

Raúl Palacios
Graduado en Historia por Universidad de Murcia. Master Universitario de Arqueología del Mediterráneo en la Antigüedad Clásica por la Universidad Complutense de Madrid. Doctorando en Arqueología.